Ayer, Sábado 5 de Octubre estaba convocada, en la
Puerta de Sol de Madrid, una manifestación que estaba llamada a ser, debido a
la prontitud y a lo amplio de su convocatoria, una llamada de atención al
gobierno actual por sus conductas corruptas y delictivas. Una manifestación
que, como muchas otras, trataba de concentrar la indignación colectiva ante el
privilegio y la aparente impunidad en el que la clase política ha sabido
acomodarse en España:
Desde la distancia, y ante, una vez más, la
impotencia de no saber comprender las razones por las que hemos vuelto a esta
nueva siesta colectiva de la que una vez parecimos despertarnos, sigo
intentando buscar la razón de este desastre social que es, sin duda, el éxito de
un sistema que siempre supo vivir de los grandes silencios.
La primera razón que se me ocurre me duele casi
admitirla. Supone expresar mi desconfianza y desencanto hacia la gente de mi
propia generación, en la que necesitamos todos confiar, pero que demuestra no ser
una generación preparada para que las cosas vayan mal . Me veo en días como hoy,
como parte de esa generación a la que han educado demasiado en un conformismo
de base, y en la comodidad de sólo
tener que recoger los frutos que otros ya habían plantado por nosotros.
Somos una generación que no ha aprendido
suficientemente que es obligatorio tener una opinión sobre las cosas, que
nosotros, todos nosotros, somos parte y actores de esto que llamamos sociedad,
y que por tanto, TODOS, somos responsables de lo que con nuestros actos hacemos
o no hacemos, de lo que decimos y de lo que callamos. Como dijo Sartre, el
hombre es responsable de sí mismo, y de todos los hombres.
La segunda razón que me viene a la cabeza tiene que
ver con el cansancio, con el puro agotamiento ante la falta de resultados tras
un intenso esfuerzo colectivo; la dejadez, ante tanto tiempo y tantas veces de
no ser escuchados, de sentir que se consigue lo mismo callando que gritando.
Como dije antes, el fracaso de actos como el de ayer
es el éxito de los que, de forma calculada y estrictamente estudiada, han
sabido ,con gran tenacidad, agotar las fuerzas y las energías de los que han intentado
reivindicar, en la mayor de las legitimidades, sus derechos perdidos. Han
dejado, con sus constantes oídos sordos, la energía y la dignidad de la gente
en el punto de su mayor conveniencia, y han agotado al pueblo a través de un inmovilismo
que, desde el principio, fue la mejor de sus estrategias.
Fracasos como el de ayer, son por tanto entendibles
desde varios puntos, pero no por ello comprensibles ni fácilmente aceptables
bajo ninguno de ellos. Asumirlos, callarlos, es la victoria de un sistema que
ha conseguido ser totalitario, por primera vez en la historia, a través de la
abulia y no del miedo.
Fracasos como el de ayer significan a una sociedad
irresponsable, y por tanto que no
sabe responder a la época en la que le ha tocado vivir, que no sabe atender a
sus obligaciones, y que por tanto deja su destino a los intereses de muy pocos.
Como
dijo el maestro Sampedro, vivir, no es sólo un derecho, sino nuestra mayor obligación.
Basilea, Octubre 2013
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