WORK, EAT, BUY


Un hombre sabio dijo una vez que es pecado todo lo que es innecesario. Si es así, nuestra entera civilización, de principio a fin, está erigida sobre el pecado. Andrei Tarkovsky


Tal vez hagan falta épocas que evidencien algunos errores. Quizás preveer no sea tan fácil, y sean necesarios momentos en la historia para que todos juntos reflexionemos un poco más. Ésta es una de esas épocas. Ésta es una de esas oportunidades.
La actual CRISIS, económica, financiera, social, y ecológica genera una pregunta clave: ¿qué ha fallado aquí?. La postura fácil, cómoda y superficial asumida y aprehendida por nuestra clase política (no polis-tica,véase La ciudad de las Plazas) ha sido ese vago, ”tomar medidas adecuadas” que, no pareciendo demasiado efectivas, nos habían sumido hasta hace pocas semanas, en la más profunda de las abulias colectivas. Parece que ESPERAR se acabó convirtiendo en nuestra única ESPERANZA, esperando también que sin hacer nada nuevo, la próxima “crisis” tardase lo más posible en volver, diría mejor, en “volver a volver”.Es posible que sea precisamente esta actitud la primera medida estéril de un nuevo proceso de errores que, no atendiendo al fondo del asunto, tropiece una y otra vez contra la misma piedra. Y es que , sin reflexión, sin parar, sin sentarse a pensar, sólo se llega al desastre.
El actual sistema, basado en el hermetismo crónico del CRECIMIENTO, se rige por la NEGACIÓN ABSOLUTA AL ESTATISMO; si el sistema no consume, esto es, si las personas no participamos en ese consumo, si, incluso participamos un poco menos, el sistema se bloquea. A veces, me recuerda a alguna especie de escualos que, si se paran, si dejan de aletear, se mueren.
Es nuestra época la que, tratando a toda costa de CRECER POR CRECER, ha encontrado su Gallina de los Huevos de Oro en la DOCTRINA DE LO INNECESARIO. Esta doctrina no sólo nos hace potenciales consumidores crónicos, sino, aun peor, potenciales consumidores de cosas que no necesitamos.
Pienso en las cosas que tenía mi padre en su casa, hace 40 años, y las que tenemos ahora. Me gustaría saber, si de verdad, ahora, somos más felices.
Y es que el esfuerzo de esa fuerza aparentemente irreductible a la que llamamos MERCADO, supo descubrir, no hace tanto, que el verdadero CRECIMIENTO no estaba ya en responder a las necesidades sino en GENERAR NECESIDADES NUEVAS. Inventarse, al fin y al cabo, gamas y catálogos de “cosas imprescindibles”, variar el sistema de expectativas, y alterar por tanto el propio significado de la felicidad. En una sociedad en la que no está permitido ser infeliz, y desde luego, no está permitido mostrarlo, el éxito está asegurado.
Las consecuencias de esa “felicidad artificial”, de esa explosión de dopamina que conlleva cada consumo irresponsable (sin responder a los por qués de lo que compramos) produce mucho más daño del que nos podemos imaginar. Absolutamente todo, tiene un precio.
Nuestras ciudades y la actual crisis en el sector de la construcción no son sino muestras vivas de algunas necesidades artificiales. Nunca, en la historia reciente de las ciudades españolas, se había construido tanto en tan poco tiempo. Nunca “necesitamos” tanto, cuando nuestra población crecía tan poco.
Y es que, saber qué significa NECESIDAD, la verdadera y no la hábilmente alterada por un sistema que no sabe detenerse, es, a mi juicio, la primera lección que deberíamos aprender si no queremos asumir que crisis como estas serán cada vez más habituales, más esperables, y más destructivas. Saber qué es y qué no es necesario es al fin y al cabo una última oportunidad al equilibrio, al nuestro como personas, y al de todos como planeta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario